jueves, 17 de noviembre de 2016

Los comienzos del Caganotas: El Becario

Por Andrés Gallegos

I

Como ya saben, Odilón Solís está muerto. Pero antes de que su mierda llenara planas de periódicos y su olor nauseabundo se impregnara en las rotativas del diario “Mañanitas”, se podría decir que era un estreñido de la profesión. Hace tres años, cuando iniciaba sus prácticas en la sección económica de otro periódico, “Noticias frescas”, un editor le recriminó una falta, a su juicio, imperdonable: Odilón tenía diez minutos sin colocar una sola letra en el procesador de textos de su computadora, y su cara reflejaba preocupación.

- ¿Por qué no estás trabajando? – el editor vestía un chaleco gris de la empresa, el cual lucía todos los días ya que, según él, eso lo hacía ser periodista, como la bata al médico o la chaqueta negra a un motociclista.

- Estoy pensando en cómo hacer la nota de esta entrevista con el subsecretario de Tranzas y Embutes de la Confederación Estatal de Campesinos de Sorgo y Otras Gramíneas de Jalisco… - Odilón hizo una pausa y complementó – La verdad es que tengo ganas de ir al baño.

- No, no, no – negó como San Pedro el editor – Regla número uno de la profesión, primero hace las notas y después caga.

- ¿Y si me hago caca encima? – preguntó Odilón, con ojos suplicantes de cachorro canino y frotando sus nalgas en el asiento.

- Aguántese. El periodismo es sufrimiento. Todo se posterga, hasta los intestinos, con tal de traer la nota de ocho. ¡Mejor cague esos cinco mil caracteres que le pedí, rápido, que lleva media hora de retraso!

Nuestro protagonista canceló sus necesidades fisiológicas por el bien de la institución periodística. Pero como era joven y apenas iba aprendiendo, esos cinco mil caracteres tardaron poco más de una hora en reflejarse en el procesador de textos. Ya iba a enviar su nota al editor, cuando éste le dijo

- Ni se moleste ya, nos llevamos el boletín. Acá ya lo revolqué, no se preocupe.

Odilón enfureció y pensó en cagarse, pero en la cara de su jefe inmediato. Pero ese día, aprendió que en la profesión, la mejor manera de protestar ese tipo de decisiones es pedorreándose lejos de los jefes y patrones, de tal manera que no perciban el olor con sus hipersensibles narices.  

II

Odilón abandonó sus prácticas en “Noticias frescas” el día en que, como buen becario, le llevó un café y un panecillo de cierta tienda de autoservicio al director general del periódico, a quien por razones de confidencialidad, solo llamaremos Raymundo Valadez. Entró a la oficina, donde se celebraba una junta editorial. Algunos jefes de sección y subalternos incondicionales del jefe, incluyendo al editor de economía, estaban presentes.

- ¿Se acuerdan de esta vieja, la que sale dando noticias en la tele?. Pues yo la vi un día y lo primero que le dije fue, “mamacita, con ese culo bien podrías cagar bombones”. – narró Raymundo

Jajajajaja, asintieron los presentes.

- ¿Y saben lo que me respondió? –  continuó el director con la historia – “viejo pelado, ya sé quién eres, te mataré en el noticiero, hijo de la chingada”. Pero yo le comenté, “mejor mátame a pedos, que quiero morir hediondo”.

Jajajajaja, aprobaron los presentes, en las que estaban tres o cuatro mujeres.

Pero hubo uno que no hizo jajajajaja, y el director, a quien le gustaba que todos respondieron con jajajajaja a cualquiera de sus chistes o historias, lo notó. 

- Y usted por qué no se ríe de mi historia, ¿eh? – le preguntó, sin nada de jajajajaja, Raymundo Valadez.

Odilón se caracterizaba por ser sincero.

- Por qué no me parece graciosa – replicó – Además, solo vine a dejarle su café y su pan. Adiós.

Como dos horas después, el director lo llama a solas en su oficina. Lo invitó a sentarse y le dijo.

- Me gusta su sinceridad. Usted es honesto, no es como mis aduladores que se ríen de todo para escalar posiciones en el periódico, o para evitar que yo los corra, haciéndoles firmar la renuncia. Pero al final, usted entenderá que uno se tiene que reír de muchas cosas, aunque no sean graciosas, con tal de sobrevivir en este entorno lleno de lágrimas.

Nuestro joven prospecto de periodista no entendía muy bien aquellas palabras, pero no pidió aclaraciones. Solo atinó a decir “gracias”. Raymundo Valadez prosiguió y se puso a divagar

- Juventud, divino tesoro. Cómo quisiera ser joven como usted, tener esa vitalidad, esos sueños. ¿Sabe?, yo a su edad era bastante guapo y había varias periodistas que morían por mí. ¿Usted tiene novia?, no me lo tome a mal, eso que dije de la mujer del noticiero no es literal, lo que pasa es que me gusta jugar un poco. Las mujeres son bellas, son divinas, nada podríamos hacer sin ellas, ¿no cree?.

- Ajá – respondió Odilón

- Bueno, solo quería conocerle – dijo el director con tono suave – ya puede irse a trabajar tranquilamente, que hay que desquitar el sueldo, ¿eh?

Odilón, como ya dijimos, era sincero. Demasiado.

- Pues la verdad no recibo ningún sueldo. Soy practicante, yo pongo todo de mi dinero, camiones, recargas a celular, comidas. Me gustaría tener algún apoyo económico – señaló.

Raymundo Valadez le entregó una gran lección, con consecuencias perdurables para la posterior historia y leyenda del Caganotas.

- De niños, no aprendíamos a controlar el culo, y pues nos cagábamos en cualquier lado, por eso usábamos pañales. Pero los adultos tenemos la capacidad de aguantar la mierda un rato más mientras buscamos un baño donde tirar la nutria. La clave de esta profesión es saber el momento adecuado y conveniente para soltar la mierda, pero para eso se necesita haber almacenado muchos excrementos previamente. Usted está en la época donde está comiendo mucho para finalmente cagar todo de una vez. Tenga paciencia, pronto llegará el momento en que podrá soltar toda su diarrea al mundo, y ser recompensando por ello. Joven, debe entender que en cualquier trabajo, se necesita estar estreñido y cagar piedras para entender el disfrute de un buen zurrar.

Al día siguiente, Odilón revisaba las secciones de empleo.